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Foto del escritorAlexandra Ciniglio

De mis lugares favoritos

De niña pasaba mis vacaciones escolares en Italia visitando a mi familia materna. Y aunque me gustaba, no podía dejar de pensar en mis amigos disfrutando de la playa o de aquellos que tenían la suerte de estar en Disney. Recuerdo que la escala de rutina era Madrid y mi madre aprovechaba las largas horas de espera para llevarnos de paseo. ¡Como olvidar aquella primera vez en el Museo del Prado! A pesar del entusiasmo de mi madre, la defraudamos quejándonos de cansancio y aburrimiento.


Algunos cuantos años han pasado desde entonces y ahora que vivo en Madrid, ir al Museo del Prado se ha convertido en costumbre, más aún con los festejos por sus doscientos años de fundación. La historia nos lleva a la época del rey Fernando VII. Fue su esposa, María Isabel de Braganza, quien encontró en los sótanos de El monasterio de El Escorial un gran número de obras de arte mal apiladas. Eran cientos de lienzos de grandes maestros italianos y españoles que estaban abandonados. La reina, que era una gran aficionada al arte, tuvo la idea de enviarlos a Madrid y ubicarlos en un lugar donde el público pudiera apreciarlos.


Entre aquellos lienzos olvidados estaban nada menos que los tesoros más emblemáticos que hoy se pueden contemplar en el Prado: Las Meninas de Velázquez, El jardín de las Delicias de El Bosco, El caballero de la mano en el pecho de El Greco, El tránsito de la Virgen de Mantegna, La Sagrada Familia conocida como La Perla de Rafael, Carlos V en Mühlberg de Tiziano, El Lavatorio de Tintoretto, el Autorretrato de Durero, Las tres Gracias de Rubens o La familia de Carlos IV de Goya.

Las Meninas de Diego Velázquez - 1656

El jardín de las Delicias de El Bosco - 1490 - 1500

El tránsito de la Virgen de Andrea Mantegna -1462

Las tres Gracias de Rubens -1636 -1639

El rey Fernando VII apoyó la idea de la reina y decidió que el lugar perfecto sería el Gabinete de Historia Natural, un edificio todavía por terminar, que había mandado construir su abuelo Carlos III. El Real Museo de Pintura y Escultura como se llamó inicialmente, abrió al público el 19 de noviembre de 1819 con trescientas once pinturas expuestas; aunque ya habían logrado reunir más de mil quinientas obras de propiedad de la corona.


Desgraciadamente la reina María Isabel no pudo ver su sueño realizado pues murió poco antes, con solo veintiún años. La reina tuvo una vida corta y según parece, había encontrado en las artes el refugio ideal para sobrellevar la infelicidad que le acompañaba. Primogénita de los futuros reyes Portugal, Juan VI y Carlota Joaquina, sufrió a los diez años el exilio de su familia a Brasil, tras las invasiones napoleónicas. A los diecinueve años fue enviada de regreso a Europa para casarse con el monarca español Fernando VII, un viudo de treinta y dos años, que además era su tío, el hermano de su madre.


Dos meses después, María Isabel ya estaba embarazada, pero la alegría de ser madre no duró mucho ya que la bebé murió a los pocos meses de nacida. Un año después, la reina esperaba con emoción el nacimiento de su segundo hijo, pero el parto se complicó. Las crónicas de la época relatan que los médicos la creyeron muerta y le practicaron una cesárea intentando salvar al heredero al trono. Según la descripción, aquello fue más una carnicería y María Isabel murió desangrada, su bebé falleció también minutos después.

Desde su fundación, al Museo del Prado han ingresado miles y miles de pinturas, esculturas, estampas, dibujos y piezas de artes decorativas; gracias a donaciones, legados y compras. La Crucifixión de Juan de Flandes, El sueño de Jacob de José de Ribera, Los fusilamientos de Goya, La Anunciación de Angelico, El Cardenal de Rafael son algunas de las más valiosas, entre los aproximadamente mil cien cuadros expuestos. Y aunque el edificio original ha sido ampliado, se necesitarían por lo menos unos veinticinco museo más, del tamaño de El Prado, para poder exponer toda la colección.


El sueño de Jacob de José de Ribera - 1639

Los fusilamientos de Francisco de Goya - 1814

La Anunciación de Fra Angelico - 1426

El Cardenal de Rafael - 1510

María Isabel de Braganza no dio a la corona el ansiado heredero y por eso sus restos no reposan en el Panteón Real; pero su legado trasciende a través del arte y su imagen permanece radiante en el Museo de El Prado, gracias al pintor Bernardo López Piquer, quien la inmortalizó señalando con una mano el edificio del que sería el Museo y con la otra apoyada sobre sus planos. El cuadro está ubicado muy cerca de una de mis obras favoritas, Isabel II velada, una escultura tallada en 1855 por el italiano Camillo Torreggiani, quien logra esculpir en mármol un espectacular velo que parece de seda.


María Isabel de Braganza de Bernardo López Piquer -1829

Isabel II, velada de Camillo Torreggiani -1855

Hoy regreso a aquel imponente edificio en el maravilloso Paseo del Prado, y recuerdo esa primera visita cuando era niña. Ahora admiro maravillada cada exposición y me transporto en un viaje en el tiempo a las épocas de los grandes maestros. Contemplo los detalles y busco comprender los mensajes escondidos detrás de cada creación. No me conformo con su belleza y reviso con atención las fechas en que fueron concebidas y hago el ejercicio de pensar que ocurría en mi Panamá en ese momento. Me siento tan insignificante como cuando era niña y no entendía el interés de mi madre; pero ahora, a pesar de que el plan sigue siendo agotador, salgo recargada de energía de uno de mis lugares favoritos.


El Museo del Prado está abierto todos los días, la entrada general es de 15 euros y los menores de 18 años entran gratis. Te recomiendo comprar las entradas con anticipación a través de la página web de museo y así evitar largas filas en la entrada. También hay horarios en que el acceso es gratuito, infórmate y si estás en Madrid no dejes de ir.

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